viernes, 21 de agosto de 2009

Haikus de cuatro poetas españoles



Mavi


Aves que migran;
la ventana enmarca
parte del viaje






Susana Benet


Sol amarillo.
No le caben más frutos
al limonero


Se seca el mar
en los ojos vidriosos
de los pescados


En un instante
se estremeció la hiedra
y brotó un pájaro


Mientras camino
hacia el este, las nubes
van al oeste


Echa a volar
atrás queda una pluma
sola en el aire


Humilde casa,
cristales polvorientos,
pero el rosal…






Maramín


rumor de lluvia
y cada gota tiene
su propio son


una mujer
mirando al horizonte
oscurecía


pipa apagada
en la mano del anciano
mirada ausente


bello paisaje
pero la flor que piso
también perfuma


hora del alba,
se alejan por el campo
las campanadas



bajo su árbol
va moviéndose la silla
según su sombra






Manuel Hontoria


Madera y hierro,
te gritan cuando sales:
la puerta vieja.





viernes, 14 de agosto de 2009

Haikus 2009



La brisa trae
por el despoblado patio
antiguos rumores.


Por las rendijas
destellos de la luz
y de la sombra.


Ventana abierta:
un pajarillo le canta
a Bach.


Hacia el malecón
la niebla de mi calle
desaparece.


Noche calurosa:
el ventilador aquieta
mi fatiga.


Aun sin monedas
el mendigo contempla
el atardecer.


Blanca pared
un rostro en sombras
pinta el sol.


Libro olvidado
sobre tus páginas
la madrugada


Por: Alfonso Cisneros Cox

El haiku, estallido sutil de la palabra



Desde que el mexicano José Juan Tablada introdujo el haiku en América, a principios del siglo XX, esta breve forma poética de Oriente se ha extendido cada vez más por el ámbito literario latinoamericano. Notables poetas como Pablo Neruda, Octavio Paz y Jorge Luis Borges se interesaron por esta forma de la lírica japonesa. En mi caso, me inicié en el arte del haiku gracias a mi profesor Felix della Paolera, quien, junto con Borges precisamente, estudió la poesía del Japón y es un erudito en el tema.

En la actualidad, el haiku nos revela mucho más que su función poética. En los talleres literarios, muchas veces se utiliza como ejercicio para depurar el lenguaje y expresar algo esencial a partir de una percepción periférica. Lo mismo hacen en Estados Unidos, en los colegios con niños, y es increíble ver cómo a ellos, que son sencillos y espontáneos, les brotan naturalmente haikus maravillosos. De alguna manera hay que hacerse niño otra vez para escribir un buen haiku; la misma condición evangélica requerida para alcanzar el Paraíso: la inocencia.

Es difícil exponer la preceptiva del haiku; en mi caso, la sigo aprendiendo al escribir. En la contratapa de mi libro Pausa en la hierba, Della Paolera dice que “acato severamente su compleja preceptiva”, y explica que “a menudo quienes intentan el difícil ejercicio del haiku, suponen que basta con lograr una expresión más o menos escueta y sobria o con ceñirse al esquema métrico de 5-7-5 sílabas para cumplir con las exigencias del género”. Agrega que mis haikus “denotan una comprensión cabal de la actitud pertinente al poeta, que debe comunicar, en tres versos breves, una honda experiencia emotiva y estética; en suma, conseguir que el lector comparta –con igual intensidad– las vivencias del autor, transmitidas atinadamente en unas líneas que siempre habrán de sugerir más de lo que dicen”.

Sin embargo, debo reconocer que no me es posible establecer con claridad por qué algunos poemas son haikus y otros definitivamente no lo son, aunque cumplan con la métrica. Creo que mi inclinación por el Zen como filosofía de vida me llevó al haiku como forma de expresión artística. D.T. Suzuki explica que el haiku siempre ha sido uno con el Zen. Neruda decía que para él escribir era como respirar, y es por eso que no hubiese podido vivir sin hacerlo. Para mí también es una necesidad. Octavio Paz dice que el genio poético es sintético, el poeta crea síntesis mientras que el novelista analiza. Además de la síntesis, considero que el principio preconizado por las filosofías orientales sobre la superación de los límites del egocentrismo y la disolución del yo en los demás hace de la poesía un camino interior. Dice al respecto Rosa Montero: “Sólo trascendiendo la ceguera de lo individual podemos entrever la sustancia del mundo”. Esto quizás explique mi fascinación por el haiku, que es para el haijin, o escritor de haikus, un camino espiritual. Del mismo modo, opté por el yoga como disciplina psicofísica y por el silencio contemplativo de la meditación, como formas de un mismo camino hacia la integración personal, hacia lo uno.

Aprendo mucho durante la corrección y autocorrección de mis haikus; sobre mí, sobre mi visión del mundo y mi postura ante la vida. ¿Qué miro? ¿Qué veo? ¿Cómo estoy de atenta, de despierta? (“Buda” significa “el despierto”, the awaken...) El haiku lleva a depurar no sólo el lenguaje sino también la mirada. Purificar la mirada, limpiarla de toda subjetividad hasta fundirse en el objeto observado y ser uno con él. La mirada del haiku es la contemplativa, trasciende el tiempo cronológico, que en el haiku pareciera detenerse en un presente eterno.

Para Heidegger, el arte es una ascesis que permite la contemplación y la develación. Vicente Haya reitera que el haiku significa estar vivo, estar atento al mundo, y que puede capturar el espíritu contemplativo. El gran novelista Henry James sostenía que un escritor es una ventana abierta que muestra una calle. El mérito radica en ser sólo eso, una ventana, y la originalidad está en qué se elige mostrar. Lo que muestro en cada haiku me ayuda a conocerme, a saber quién soy. Para mí lo importante es el proceso creativo, el camino más que la meta. Antonio Gala afirma que hay momentos donde la mano resbala sobre el papel con más velocidad que el pensamiento, y ésas son las mejores páginas: “Creo que el verdadero escritor presta su mano a la vida... El escritor debe ser como un cristal transparente por el que lo que debe ser dicho, se dice de manera clara, sencilla, sin que se note que es su boca o su voz o su palabra que interviene”. En el proceso o camino es cuando crezco, cuando sorteo obstáculos me fortalezco como persona y escritora, y es por eso que encuentro plenitud al andar, al escribir, y sobre todo en la corrección. Entonces siento que voy purificando, develando, limando asperezas... Hay un trabajo interior paralelo y simultáneo al de expresarse en forma poética. Por eso Borges dice que en realidad un poeta no tiene más que cinco o seis poemas que escribir. Cuando escribe, ensaya, prueba su mano al reescribir de distintas maneras, pero los poemas son esencialmente los mismos. Creo, como Neruda, que mis poemas han pasado por las mismas etapas que mi vida. Por la soledad, la pena, la esperanza, la rebeldía, la angustia, el amor, la ilusión...

Con respecto a la métrica, aunque no basta para que un poema sea un haiku, es uno de los requerimientos. En realidad, se podría hablar de 17 sílabas; en algunos casos, en dos versos. Y puede haber una diferencia de algunas sílabas cuando se trata de traducciones, o debido a las reglas de acentuación. La métrica sirve como disciplina, algo a lo que los occidentales solemos resistirnos. A mí, sin embargo, me libera. Al someterme a una disciplina encuentro contención en los límites. Vivo los condicionamientos como posibilidades. Siento que la del haiku es una estructura formal precisa que facilita la liberación de lo esencial, de lo interno. Igual que el ejercicio de las asanas del yoga disciplina el cuerpo para liberar el espíritu, y el silencio en la meditación nos libera del ego y del bullicio mental para trascender hasta esa unión del alma con Dios, la iluminación, el samadhi, el satori de los japoneses. Por eso respeto la métrica, no importa en qué idioma. Tengo algunos haikus traducidos al francés y al inglés. Le debo esta posibilidad a André Duhaime, quien me incluyó como argentina en su antología internacional Haiku sans frontiers, de Editorial David, Canadá.

No concuerdo con que el español, por tener palabras más largas que el japonés, sea más difícil para la métrica. Creo que requiere más trabajo, obliga al ejercicio para encontrar la palabra justa y, sobre todo, exige sintetizar, limpiar, despojar, vaciar, depurar... O sea, una ascesis del lenguaje, una síntesis absoluta y precisa de un idioma riquísimo como es el nuestro. Valga la cita de R. Blyth, según la cual el poema es como un dedo que apunta a la Luna. Si el dedo está lleno de joyas, distraerá la atención del objeto que apunta, el lector mirará el dedo y no la Luna. Esto implica sacar lo innecesario, lo que sobra, lo que distrae, y no sólo palabras sino también recursos poéticos como la metáfora. Fernando Rodríguez Izquierdo habla de la “parquedad en el uso de la metáfora, pues es una interferencia intelectual que desviaría de la inmediatez de la intuición”.

El ejercicio entrena la mente del poeta, quien al cabo de un tiempo ya piensa y habla en endecasílabos... ¡Me fascinó descubrir esto en la prosa de Nabokov! El haikista piensa y escribe en 5-7-5, y la métrica deja de ser un problema, pone al escritor en sintonía, lo entona con la naturaleza. Quizás, como consecuencia de lo antes dicho, surge el kigo como solución. Esas palabras que Henderson, en su libro Haiku in English, traduce como “season words”, palabras estacionales, que hacen referencia a una época del año y a las que el poeta recurre como a un comodín. Durante siglos, en el haiku se hizo referencia a las estaciones. Blyth tiene un volumen para cada estación. Los kigo suelen ser enumerados al final del libro y es aconsejable tener una lista personal según donde uno viva. Por ejemplo, para mí, que soy de Buenos Aires, noviembre es jacarandá, diciembre es tilo... El kigo, según Rodríguez Izquierdo, está relacionado con el rensoo o asociación de ideas. Así, la flor de cerezo es símbolo de primavera.

El tema de la naturaleza en esta poesía fue sin duda otra atracción irresistible para mí. El contacto con la naturaleza me ayuda a reubicarme en el mundo, me vuelve a mi esencia. Y es necesario estar bien enraizado para que el espíritu se eleve. Siempre pienso en la orden de los carmelitas descalzos, contemplativos pero en contacto con la tierra. La naturaleza me reintegra en esa unión cósmica de la que soy parte. Es una característica del Zen volver a lo que se es... El monte es el monte... Simplemente, volver a lo elemental.

A veces, basta el color verde para referirse a la naturaleza e incluirla toda sin nombrarla:

Ondeante verde
en el estanque: ranas
quietud del loto.

Clark Strand, en su libro Seeds from a Birch Tree, dice que el sentimiento estacional del kigo hace de ancla, de punto de conexión con el mundo natural y nos hace entrar en el ritmo de la naturaleza, en sus ciclos, en su efimeridad. Para Strand, el camino del haiku es un camino de vuelta a la naturaleza, lleva al hombre a donde pertenece. Basho también sostiene que hay algo que fluye en todo el arte, y es la mente que sigue la naturaleza y vuelve a ella. Rodríguez Izquierdo afirma que el haiku recrea la verdadera imagen de la naturaleza en la mente del lector, tal como fue vivida por el poeta. Expresa una sensación experimentada por una circunstancia particular y puntual, y esa sensación o experiencia es la interacción entre un hombre y su ambiente. Agrega que el poeta no puede interponer nada de sus necesidades personales o egotistas entre el mensaje y la experiencia, debe sumergirse en el objeto. El haiku trasciende la actitud subjetiva u objetiva. No consiste en una emoción, es sensación pura.

A los latinos a veces nos cuesta entender esto, pues somos sentimentales y en algunos casos tendemos a hacer una catarsis emocional al escribir (agobiante castigo para el lector). Precisamente, el haiku es todo lo opuesto. W. Higginson, en su libro The Haiku Handbook, dice que exponer los sentimientos crea muros, aleja, mientras que compartir lo que causa esos sentimientos abre puertas, acerca. Rodríguez Izquierdo resume que el haiku es una fuerza cohesiva que funde objeto y sujeto en la unidad indisoluble de la sensación. Veamos, al respecto, la sensación de desolación de este haiku de Domenchina:

Pájaro muerto:
¡que agonía de plumas
en el silencio!


La universalidad es otro punto característico del haiku, pues en su expresión de lo particular el poeta deja ver lo universal. Para Rodríguez Izquierdo, lo universal tiene sentido cuando florece en lo particular. El poeta peruano Alfonso Cisneros Cox dice que el haiku representa constantes universales en la inmediatez de un momento particular. La sensación mostrada en el haiku puede ser experimentada por todos.
Si bien me encanta leer haikus de autores contemporáneos, siempre vuelvo a las fuentes, a los maestros tradicionales, y Basho es mi preferido, ya que él emprendió el haiku como haikae no michi, un camino de ascesis espiritual, de santidad. Esta ascesis está relacionada con la concepción Zen del vacío, la realidad última, el no ser del cual emerge el ser. “El ser y el no ser se engendran mutuamente”, decía Lao Tsé. Este camino se recorre en soledad. Así lo expresa Basho en el siguiente haiku:

Por esta senda
no se ven caminantes
tarde de otoño.



Me atreví a escribir para Intramuros, revista especializada en biografías y memorias que se publica en España, sobre Basho y Sendas de Oku, que es tomada por muchos como su autobiografía. Innecesaria, a mi modo de ver, cuando se trata de un poeta Zen, pues sería desintegrar la unicidad de su vida, donde sujeto y objeto se confunden y el artista y su obra son uno. En un total desasimiento, el poeta se desprende como esencia pura, única, universal, y donde el conocimiento vivencial involucra también al lector, como integrante de esa totalidad minimizada o puntualizada en un instante que deviene eternidad. Por eso, la mejor manera de conocer a Basho y recorrer su camino es leer sus haikus. El siguiente es su haiku más famoso:

Viejo estanque
salta una rana
ruido de agua.


Allí, una irrupción momentánea –el salto de una rana– hace tomar conciencia de la eternidad del estanque, apenas un sonido y luego se vuelve a la atemporalidad.

Basho puede considerarse el primer haijin, pues fijó el género en sus caracteres definitorios. Desgajado de otros poemas mayores compuestos en grupo (renga), el haiku se independizó como estrofa autónoma de tres versos y 17 sílabas en el siglo XVI, agrupados según sus kigos en las cuatro estaciones del año. A los 18 años Basho publicó su primer poema, y escribió muchas cartas de carácter autobiográfico a lo largo de su vida. En sus últimos diez años, Basho se dedicó a viajar como los monjes Zen, sin ser uno, ligero de equipaje, en contacto con la naturaleza; y escribió su diario íntimo en forma de haibun, una combinación de prosa y haiku, donde expresa temas universales a través de sencillas imágenes, y relata sus impresiones de los lugares y personas que conocía, infundiendo cualidades místicas a sus versos.

Otro poeta del haiku, Issa, también despierta en mí mucha ternura, pues se refiere a su vida familiar, a su soledad de viudo, a los huérfanos... Tomó el haiku por el camino de la humanidad.

Garden butterfly
the baby crawls, it flies,
it crawls, it flies…


La mariposa
el bebé gatea, ella vuela,
gatea, vuela...


El otoño de mi vida:
la luna entera sin embargo.


Junto al hogar
la risa nocturna
fue despedida.

Y otro más, Buson, tomó el haiku por el camino del arte. Como era pintor, escribió con pinceladas eternizando el instante.

Sobre la campana del templo
posa dormida...
¡Una mariposa!

También me gusta Onitsura:

A cooling breeze
and the whole sky is filled
with pine tree voices.

La brisa enfría
con voces de los pinos
se colma el cielo.


Y Yasuda:

Tenderly again,
On the peony I hear
Whispers of the rain.

En la peonía
escucho de la lluvia
tiernos susurros.


Con respecto a Shiki, considerado el último de los grandes maestros y el primero del haiku moderno, no me agradan sus críticas a Basho, y es por eso que escribí este haiku haciendo alusión a su libro titulado Gotas de tinta, diario de sus sufrimientos, publicado en 1901.

Gotas de tinta.
Dedos duros de frío.
Se enturbia el haiku.


Shiki, al ser agnóstico, niega el misticismo Zen del haiku que profesó Basho. Lo critica por su subjetividad, pues considera que el haiku debe ser escrito en un lenguaje objetivo. También insistió en que se debía escribir acerca de objetos o eventos reales y no sobre productos de la imaginación. Admiraba a Buson y sus haikus se parecen a los de aquél.

Entre los haikus contemporáneos en idioma español, podría transcribir miles que me encantan, pero elijo éste, a cuya autora, Ana Agote, una excelente escritora de cuentos, le brotó con toda ingenuidad, espontáneamente.

Temblor ligero.
Bajo la mosca negra
un niño duerme.

Y este otro del peruano Alfonso Cisneros Cox:

De salto en salto
el petirrojo enciende
la enramada.


Deseo ahora enfatizar en la importancia de saber leer un haiku. La lectura del haiku requiere tiempo, espacio, pausas, silencios... para que finalmente florezca en el lector la percepción que encierran las palabras y lo impregnen de esa sensación que llevó al autor a escribirlo, haciéndolo partícipe a él también del poema. Según Rodríguez Izquierdo, la lectura supone un verdadero arte, una gran finura espiritual. Quizá sea más preciso decir que el haiku no se lee, se contempla. Y que para ésta, más que para cualquier otra forma poética, es necesario retirar todo estorbo o distracción, afinar tanto las palabras que lo integren como la mirada que recorra sus versos, para que finalmente se produzca ese estallido sutil espiritual, la espontánea unión; pues en el momento en que el espíritu del lector hace contacto con el del haiku, por una breve eternidad, el ser de ambos se une con el de la propia naturaleza.

Por: María Santamarina

Haikus de María Santamarina

Un estallido:
el crepúsculo rojo
en los cristales.

Noche de estío:
el oro del trigal
amaneciendo.

En la pizarra,
chirriantes las palabras.
Ruido de tiza.

Libro antiguo.
Entre las hojas, seca,
una violeta.

Lento crepúsculo.
¿Se apagarán las llamas
en la laguna?

Mar celestial:
¿Un ave se zambulle
o salta un pez?

Siesta de estío:
En mi sueño estridente
vuela un mosquito.

Playa de invierno.
Mis huellas en la arena
y las gaviotas.

Sobre el tejado
un gato se perfila:
¡la luna llena!

Lago de otoño,
un incendio de juncos
en el ocaso.

El muro en ruinas
y una flor que redime
la vieja grieta.

Sólo un pimpollo
y todo es primavera
hoy en el patio.

Mi cuerpo entero
se enciende hoy con tu risa,
tarde de otoño.

Ranas de estío.
Serenata nocturna.
Croa el arroyo.

Corola Parva

(Flores del Perú)


bosque de lanzas
herrumbre del color,
antiguas hojas


(Croto)


disparado imán vivo
alfiletero
todo escarlata


(Calistemo)


bailan, ascienden,
ascienden, bailan.
Viejo jardín de fiesta

(Fucsia)


ventalle y terciopelo
cabe la breve
flor en botón


(Begonia)


empenachada, ascendente,
nupcial,
danza la pareja


(Choclo de oro)


fanales sobre el agua
y lumbres quietas:
tu carnal rostro


(Flor de loto)


navaja alerta,
vibrante aún en el centro
de la esmeralda viva


(Galán de noche)


blanca,
sencillamente blanca,
abierta al blanco espacio


(Jazmín)


crisol de sueños,
reverberando
el vellocino de oro


(Crisantemo)


cascada de agua seca,
papel de cielo
iluminado


(Buganvilla)


despierto el ojo
ante esta luz absorto,
y demorado


(Orquídea)


en el silencio
del estanque arde
la lámpara votiva


(Nenúfar)


Fotografias: José Casals
Haikus: Javier Sologuren

Estética y brevedad en el Haiku

El haiku es un poema breve de tres versos (5, 7, 5 sílabas). La síntesis, su principal atributo, nos permite captar el instante que nos rodea; manifestando la esencia más pura y directa de la realidad, de lo que podríamos denominar el “encanto sutil”. El lector cumple un rol fundamental, como recreador de estas imágenes.

Mientras escribo
la tinta disminuye
pero el mar se incrementa


Giorgios Seferis


El haiku debe ser sugerente, capaz de conmovernos; apelando a esa parte no visible que el Cosmos encierra y que nos une a la más pura esencia de nuestro entorno. Esta forma poética parte de un principio fundamental: la alusión a la naturaleza. Busca captar el instante de este mundo, frente al inefable misterio del Universo, de la verdad que se puede percibir solamente por la intuición, la sensibilidad y la sugerencia.

Un charco:
La calle inundada
de cielo

Alfonso Cisneros Cox


En la brevedad de estos textos hay una suerte de percepción filosófica que nos ilumina, que nos otorga chispazos estéticos y, finalmente, nos conmueve.

Pájaro y mariposa
desconocen esta flor:
cielo de otoño


Basho


Como observarán, su concisión los hace muy intensos. Componen imágenes que nos brindan la sensación de quedar suspendidos por un tiempo, ya que poseen la energía de conmover a través del instante.

La tinta en el papel.
El pensamiento
deja su noche


Javier Sologuren


El haiku tiene un estrecho vínculo con las vivencias inmediatas, tratando de abolir la parte racional, dirigiéndose directamente a la esencia, al corazón de las cosas. Al elemento más significativo del placer estético.

Reja

cuál es la luz
cuál la sombra


Blanca Varela


Podemos apreciar que los haikus responden al sentimiento más íntimo de la filosofía zen. Sus temas sugieren la fugacidad del tiempo, la fragilidad de la vida; La contingencia y sutileza de sus manifestaciones más inmediatas.

¡Ah! si me vuelvo
ese pasante
ya no es sino bruma


Shiki


A muchos artistas, de este hemisferio, les cuesta romper con la concepción intelectual heredada de la cultura occidental y enfrentarse al mundo que los rodea representado por la naturaleza, porque la naturaleza contiene el misterio: el sonido del viento, el murmullo del agua, los amplios matices del blanco.

Aroma de aguas.
Inútil ya cortar
un crisantemo

Basho


La sugerencia es lo más importante en este tipo de composiciones. El haiku se limita a la sensibilidad, al sentimiento de lo inmediato; a ese instante donde nos conmueve y envuelve el misterio: suave tamiz de luces y sombras que se entremezclan y se revelan al mismo tiempo como la vida y la muerte.

Este camino
nadie ya lo recorre;
salvo el crepúsculo

Basho


Suzuki recuerda que el haiku es una especie de iluminación, que se obtiene por un choque de contrarios propios de la filosofía zen; pero agrega: “Un haiku puede ser grave o alegre, religioso, satírico, amoroso, piadoso, irónico o melancólico, pero siempre deberá implicar el más alto sentimiento poético”.

Una flor caída
a su rama la veo regresar;
¡mas no, era una mariposa!

Moritake


Es por eso que muchos poemas, que parecen curiosamente pasivos, van destinados a nosotros para que especifiquemos la verdad apenas dicha. Como dice Octavio Paz: “La imperfección es la cima.” Y completa: “Esa imperfección que se ha visto no es realmente imperfecta, es voluntario inacabamiento. Su verdadero nombre es conciencia de fragilidad y precariedad de existencia; conciencia de aquél que se sabe suspendido entre un abismo y otro.”

Noviembre…
las cigüeñas pensativas
paradas en fila

Kakei


Hablar de los mecanismos de sentido del haiku es difícil, a pesar de lo breve de sus estrofas. Generalmente, en sus dos primeros versos se alude a una descripción, para luego romper la continuidad de lo expuesto en el tercero, denominado por muchos estudiosos como el factor sorpresa, ya que desarticula el esquema lógico, impregnándole sugerencia y amplitud.

Sobre una rama seca
un cuervo se ha posado :
atardecer de otoño


Basho


D. J. Vogelmann agrega lo siguiente: “Las contadas palabras de un haiku dicen siempre mucho menos que el silencio que las rodea o penetra… Debe tenerse en cuenta que el silencio acentuado antes y después del haiku es valor esencial del haiku mismo.”

Alondra del campo
su voz cayó de lo alto,
y nada queda…


Basho


A lo que Roland Barthes agrega: “La poesía es ordinariamente para nosotros el significante de lo difuso, de lo inefable, de lo sensible, ya que el silencio es para nosotros un signo de plenitud del lenguaje.

El mundo del rocío
es un mundo de rocío, sin embargo
sin embargo…

Issa


Existen cuatro principios primordiales que rigen la estética de la poesía oriental: el sabi, el wabi, el mono-no-aware y el yugen.

El sabi está impregnado por el espíritu de sencillez y de austeridad. El aislamiento actúa como forma de internamiento y depuración, para poder observar con más profundidad las cosas que nos rodean.

El estanque antiguo
Salta una rana
El ruido del agua

Basho


El wabi representa el espíritu de soledad; aquella percepción conmovedora del lugar común. Este principio participa como un homenaje a lo humilde.

Noche de primavera:
un transeúnte
sopla su flauta


Shiki


El mono–no-aware es la esencia de la tristeza, que nos deja el mensaje de fugacidad de las cosas; ese sentimiento de saber que hemos perdido algo que tuvimos. En poesía, es quizá en el haiku donde este principio se experimenta con mayor fuerza; porque para aquellos que aprecian el haiku, lo sentimental va acorde con lo intenso.

Ved, ved las luciérnagas
quisiera decir,
pero estoy solo


Taigi


Por último, el yugen refleja el sentido de la quietud mística de las cosas. Sentido metafísico que se puede conseguir con la intospección. El yugen nos sugiere una actitud de honda comunicación con la naturaleza, un descenso hacia las profundidades.

Eco

¡Hey! -clama el hombre solitario
¡Hey! -responde la solitaria montaña

Seisensui


Son estos principios los que nos ayudan a percibir la esencia del haiku: el punto de partida. La sensibilidad no se comprende, nace en cada uno de nosotros, como seres mortales afectados y admirados por la existencia que, como parte del universo, tendemos a nombrar las cosas para poseerlas y trascenderlas.

Admirable aquél
que ante un relámpago
no dice: ¡la vida huye!


Basho


Por : Alfonso Cisneros Cox

Los Maestros del Haiku



Mucho se habla de los distintos géneros y
aportes de cada poeta al enriquecimiento de este
tipo de composición. Si bien cada uno de los
cultores lo realzó y amplió, otros lo difundieron por
el territorio entero.
A Sogui se le conoce como el padre del haiku y
sus composiciones fueron de carácter elegante. Fue
famoso por sus travesías por todo el territorio.
Además de poeta, gozó de las virtudes de ser un
fino caligrafista, pintor y oficiante de la ceremonia
del té. Sogui logró independizar el hokku del renga,
dándole forma al haiku. Así como Bashõ, Sogui fue
un solitario y su sentimiento ante la expresión
poética se resumía en «momentos de visión».

¿Habrá cesado
la llovizna de mayo?
Murmura el agua


Gracias a Sogui y Sokan, el haikai-renga se
vuelve más popular y se desprende de las reglas tan
complicadas para el entendimiento de la gente
ordinaria. Pero Sokan no sólo logra rescatar esta
composición de los artificios, sino también logra
darle realce, despojándola de la vulgaridad y la
banalidad extrema a la que estaba sujeta.

Aunque haga frío
no te acerques al fuego
Buda de nieve


Moritake, hombre muy culto y diestro en el
haiku, introdujo diferentes formas en las
composiciones clásicas. A Moritake se le recuerda
por un hermoso hokku compuesto una noche en
que un grupo de monjes estuvieron reunidos:

Mirando el cuarto
veo que todos los presentes
son octubre


Posteriormente se produce la primera división
de este género por la aparición de dos escuelas: la
Escuela Teimón y la Escuela Danrin.
Teitoku fue considerado como el poeta más
renombrado antes de Bashõ. Fundador de la
Escuela Teimón, incrementó el contenido poético
usando términos coloquiales propios de China, pero
abogó por el estilo delicado, culto y de gran
invención verbal.

Hora del tigre.
Niebla de primavera
¡también rayada!


La Escuela Danrin cuyo principal representante
fue el poeta Soin, estableció un nuevo grupo de
escritores del haiku. Cansado del manierismo de
Teitoku, regresó al estilo de Sokan introduciendo un
haikai más libre e interesante, donde cualquier
palabra, cualquier expresión era válida, inclusive
hasta el azar. Vulgaridad y obscenidad no fueron
suprimidas. Demostrando una tendencia de ser un
arte más humanista.

Lluvia de mayo:
es hoja de papel
el mundo entero


Según Bashõ: «si no hubiese sido por Soin,
todavía estaríamos lamiéndole los pies al viejo
Teitoku».
Luego de las primeras tendencias del haiku
aparece el arte y maestría de quien es considerado el
primer gran poeta del Japón: Matsuo Bashõ (1644-
1694). Según los biógrafos, es a los cuarenta años
cuando recién escribe el gran poema que lo hizo
muy famoso y respetado por toda la tradición
japonesa:

El estanque antiguo
Salta una rana
El ruido del agua


Hijo de un sirviente de una poderosa casta
samurai, se educó con el heredero de los Todo, quien
era dos años mayor que él. Ambos aprendieron
poesía con un discípulo de Teitoku, así como
también otras artes de refinamiento. Su compañero
muere a la edad de 25 años y Bashõ apenado por su
muerte pide separarse del servicio de la familia y
viaja a Kioto. Después de algunos años se traslada a
Edo (Tokio) donde conoce a Soin, a cuya escuela
pertenece por un buen tiempo.
Habiendo conocido a maestros de importancia,
Bashõ comenzó a variar su estilo, elevando su
sensible calidad hasta llegar a transformarla en una
creación que integraba los conceptos de sobriedad
(sabi), humanidad y sutileza.

Aroma del ciruelo
y de pronto el sol sale:
senda del monte


Bashõ alcanzó reputación y renombre y su
«estilo nuevo» contempló el principio emocional
producido por la simple descripción a la manera de
una lectura visual. Este fue conocido como
«principio de la comparación interna» donde la
profundidad radica en lo simple y cotidiano.

El mar oscurece:
el grito de los patos
ligeramente blancos


A los 38 años, Bashõ abandonó su vida de
vagabundo y habitó en una cabaña de Fukugawa,
frente a un bosque de bananeros. Pero un incendio
acabó con su choza incitándole al peregrinaje.
Años después escribe su gran libro de viaje
titulado Sendas de Oku donde la prosa y la poesía se
unen ante las maravillas de la naturaleza. Libro
donde aparecen descripciones realizadas por el
viajero que se internó hacia el norte del Japón,
pocos años antes de su muerte. Bashõ fue un
hombre sencillo y puro, casi un asceta, que halló en
la poesía la consagración de su vida.

Recogiendo hacia el mar
las lluvias de mayo, corre fresco
el río Nogami


Si bien fue un devoto del Zen, no siguió las
exigencias de la meditación y la disciplina. Para él la
experiencia vital con el mundo era lo más
importante.

Mar tempestuoso
sobre la isla de Sado:
la Galaxia


A pesar de su vida dedicada a la poesía y de la
importancia universal de su arte, se dice que de los
dos mil poemas compuestos por él, sólo cien son
realmente buenos, habiendo sido éstos escritos
durante los últimos diez años de su vida. Según
Blyth, en la poesía de Bashõ pueden hallarse varios
géneros y temas:

épica

El soplo del viento
suena entre las piedras
del monte Asama


vida cotidiana

Choza de pescadores
confundidos:
grillos y camarones


informalidad

Lleva mi caballo
a través del páramo
donde el pájaro canta


humor

¡Despierta! ¡despierta!
yo haré de ti amiga
pequeña mariposa que duermes


delicadeza

En la campiña
sin tocar cosa alguna
canta la alondra


plasticidad

La ola se retira
tréboles en pedazos
conchas rojas, despojos


patetismo

Viejo y enfermo
mis sueños caminan
en campos muertos


De él se recuerda una anécdota brillante con su
discípulo Kikaku, sobre el poema del pimiento. El
alumno escribió el siguiente haiku:

Libélulas rojas
quitadle las alas:
¡son pimientos!


a lo que Bashõ respondió:

Estos pimientos
agregadle alas
¡son libélulas!


Bashõ, poseedor de una personalidad serena y
religiosa, siempre decía a sus discípulos: «No sigan
las huellas de los antiguos. Busquen lo que ellos
buscaron».

Es primavera
la colina sin nombre
entre la niebla


y culminaba: «Los pensamientos que existen en mi
corazón sobre la belleza de las cosas de cada
estación son tan numerosos como las arenas de una
playa».

Se va la primavera
queja de pájaros, lágrimas
en los ojos de los peces


Luego de Bashõ, el haiku encuentra en Buson la
nueva alternativa para vincular de una manera
distinta este género. En su obra uno puede observar
la sabiduría sutil y simple de Bashõ, así como la
intimidad de Issa quien imprimió al haiku la
correspondencia afectiva de los animales hasta
elevarla a una categoría humana. Harold Henderson
compara a Bashõ con una perla y a Buson con un
diamante.

En la campana del templo
descansa dormida
una mariposa


Si en Bashõ encontramos un sentimiento
religioso estético y moral equilibrados, en Buson
hallamos una característica que no poseía Bashõ: su
fineza y sensibilidad despierta y directa hacia sus
temas.

Sólo al caerse
se alza en su esplendor
la peonía


Bashõ es más pasivo, profundo. Buson está
cargado de mayor energía en su percepción de la
vida humana.

Un loto blanco:
el monje
está decidiendo cortarlo


Buson nació en 1715 y murió en 1783. Además
de poeta se le conoce igualmente como pintor,
encontrándose muchas de sus obras en algunos
templos de Kioto. Buson fue el creador de una
escuela impresionista y también el propiciador del
movimiento de retorno a Bashõ.

La niña muda
se convirtió en mujer:
ya se perfuma


Donald Keene apunta lo siguiente: «Buson
aportó al arte del haiku una romántica calidad de la
que careció Bashõ. Digamos que Buson fue un
poeta más cortesano debido al rango aristocrático
del que gozó». Buson escribió más de dos mil
haikus, en los que destaca positivamente el fervor
de la búsqueda de la belleza.

Lluvia de verano:
miles de palabras
sin sacar mi pluma


A diferencia de Bashõ, Buson y Shiki, que
tuvieron numerosos discípulos, Issa, otro de los
grandes poetas del Japón, no tuvo ninguno y
mantuvo una vida completamente privada e
inestable.
Los poemas de Issa son extremadamente
simples. En tal sentido puede decirse que el
contenido le importaba más que la forma y que
fundamentalmente accedía a la emoción poética
precisamente por su audacia, síntesis y gran
limpieza.

Florido el ciruelo
el ruiseñor canta:
estoy solo


Issa nació en la aldea de Kashiwara en 1763.
Tres años después perdió a su madre. Este hecho
dramático sería el primero de una larga vida de
adversidad, que seguiría con la pérdida de su esposa
Kiku y de sus cinco hijos. En memoria de su esposa
escribió muchos poemas, algunos de los cuales
aluden a ciertas experiencias vividas que
indirectamente recordaban a aquella mujer que
había compartido su existencia.

Insectos no lloréis,
hay amores que tienen que partir
aun en el cielo


Con la intención de dejar un heredero volvió a
casarse. Si bien consiguió realizar su propósito, no
alcanzó a conocer al nuevo ser, ya que su hija Yata
nació cuando el poeta ya había muerto.

Para el mosquito
la noche también es triste,
triste y sola


Lo más encantador y notable del carácter de
Issa fue su amor hacia los mosquitos y otros
animales voladores, así como las pulgas, ranas y
culebras.

En esa cara
hay algo, hay algo... ¿qué?
Ah, sí, la víbora


Issa escribió cincuenta y cuatro haikus sobre la
culebra, quince sobre el sapo, cerca de doscientos
sobre las ranas, doscientos treinta sobre luciérnagas,
más de ciento cincuenta sobre el mosquito; noventa
sobre animales voladores y cerca de setenta sobre
varios insectos. En resumen, más de mil versos
sobre tales criaturas.

Primera estrella.
¡No pensemos que la ha encontrado
este faisán que grita!


Blyth observa su poesía y dice: «Es algo como
Heine en su tendencia al sentimentalismo y en su
amor al contraste y al sarcasmo. Su humanidad le
hace ser el menos japonés de los poetas del haiku.
Dirige su interés hacia la esencia cósmica de las
cosas».

Sembré un pino
y envejeció también
esta tarde de otoño


Considerado como el restaurador del haiku, el
cual estaba decayendo desde la época de Buson,
Shiki (1867-1902) aparece como la voz
amplificadora de la tradición.

En el jardín
un fruto rojo
sobre la escarcha


Enfermo de tuberculosis desde su juventud,
murió a los 35 años. Además de poeta, Shiki se
desempeñó como crítico, fundando una publicación
periódica titulada Hototogisu.
Él fue quien descubrió la palabra haiku, como
combinación entre hokku y haikai desligando para
siempre este género de la práctica del renga. Como
crítico fue muy severo en sus apreciaciones, aunque
se le reconoce como el ensayista más prestigiado de
todas las épocas. Shiki admiró mucho a Buson, al
que le dedicó un ensayo largo e interesante. Pero
subestimó a Bashõ, el cual para su gusto era
demasiado pasivo.
A Shiki se le enmarca dentro de una tendencia
parnasiana e impresionista, ya que abogaba por un
retorno a las fuentes de la poesía, recopiladas en el
Manioshu.

Ah, si me vuelvo
ese pasante ya
no es sino bruma


Durante su corta vida Shiki escribió por lo
menos 80 ensayos cortos sobre el haiku y temas
relacionados.

Yo que me voy
tú que te quedas:
dos otoños


La presencia de estos cultores ha hecho que el
haiku se desarrolle y amplíe sus formas de expresión
otorgándole profundidad y variedad a estas
composiciones. En el siglo XX si bien es cierto que
otras formas y técnicas alumbran la nueva poesía
japonesa, la tradición del haiku sigue vigente en
muchos poetas que cultivan, junto con otras
técnicas literarias del verso libre, la síntesis del
haiku. Por nombrar un caso, encontramos un
ejemplo contemporáneo en el renombrado poeta
Seisensui, a quien se le conoce como renovador
formal del haiku, aunque manteniendo su rico
espíritu. De él el poema titulado

Eco

¡Hey!- clama el hombre solitario
¡Hey!- responde la solitaria montaña


Por: Alfonso Cisneros Cox

martes, 4 de agosto de 2009

Notas del Pasante


Entre rejas
el balcón se ha vuelto
pequeño jardín

Nube tormentosa:
¿hacia dónde vaga
el enigma?


Fruto silvestre:
tu calma hiere
mi soledad


Se va asomando
hacia la cumbre
la esquiva mirada


¿Es el arroyo
o un cielo iluminado,
yerba silvestre?


Día a día
el silencio camina
hacia la plaza


Por un instante
la hora se detiene:
canta el jilgero


Muelle partido
por ahí cruza
el amanecer


*Fotografías: Marino Martínez
*Haikus: Alfonso Cisneros Cox