Clara cascada
el tiempo lava
la piedra
Inquietante
por la pureza del blanco
asoma la pasión
Solo en la rama
el pajarillo detiene
su canto
Extenso arenal
entre duna y duna
duerme el viento
Nubes blancas
el cielo nos deja
inexplicables
La forma poética que nos llega con claridad directa y espontánea, cautivándonos desde el primer instante, es el haiku. Poesía pura, dicen algunos autores, sin engranajes intelectuales ni formas artificiosas que hay que aprender mediante un proceso de racionalización. Estos breves poemas poseen la magia de transportarnos inmediatamente, desde el primer momento, al goce estético.
Poesía nacida en Oriente, pero que ha tenido y tiene proyección universal; se desarrolló en Japón. No se conoce con exactitud el período ni la época en que aparece este género literario, pero muchos estudiosos coinciden en afirmar que se desprende del tanka y del haikai-renga, estrofa esta última llamada comúnmente encadenada. La forma tanka se compone de cinco versos que obedecen a la siguiente estructura métrica: 5, 7, 5, 7, 7 sílabas. Se supone que el primer tanka, o mínima estrofa encadenada, fue compuesto durante el reinado del emperador Gotaba (1186), con la participación de dos personas: el poeta Yakamochi y una monja.
La monja escribió las tres primeras líneas y Yakamochi las dos restantes.
Maldiciendo
el rio Saho
siembra el arrozal:
la primera cosecha
será devorada por el mismo
Esta primera mínima estrofa encadenada dio inicio a la primera tradición del renga, en la cual participaban como mínimo tres personas. Llegó a ser la forma poética más importante de la época y su composición siguió vigente durante los siguientes ochocientos años, al lado del tardío haiku.
Dos poetas ampliamente conocidos, Sadaie y Sadake, hicieron rengas de 50 a 100 versos estableciendo las reglas de esta composición. Para la elaboración del renga era necesario poseer destreza y espontaneidad en la construcción de los poemas, haciendo juegos en las palabras donde deberían aparecer mencionadas la luna, flores del cerezo, malva, nieve etc. La estrofa encadenada se desarrolló con firmeza hasta alcanzar una forma poética sutil, complicada y regida por códigos muy minuciosos. En su estructura se alternaban estrofas de tres y dos versos, indefinidamente. La estrofa inicial de tres versos del primer poema se denominó hokku. Donald Keene nos dice al respecto: «El hokku no deberá estar en desacuerdo con la topografía del lugar, sean las montañas o el mar que lo domine, ni con las flores que vuelan o las hojas que caen de las hierbas y árboles propios de la estación, ni con el viento, las nubes, la niebla, la bruma, el rocío, la nieve, el frío, el calor o el cuarto de luna. Los objetos que suscitan una reacción pronta son los más interesantes para que se les incluya en el hokku; así los pájaros primaverales y los insectos otoñales. Pero el hokku no tiene mérito si ha sido preparado de antemano».
Los requisitos para la segunda estrofa eran menos exigentes; los versos tenían que estar en estrecha relación con los de la primera y terminar con un sustantivo. La tercera estrofa era más independiente y terminaba con un participio. La cuarta tenía que ser suave. Debido a las complicadas formas del renga, la luna tenía que aparecer en una determinada estrofa; la flor del cerezo no se podía mencionar antes de determinado punto; el otoño y la primavera habían de repetirse en no menos de tres estrofas sucesivas, pero no en más de cinco, mientras que el verano y el invierno debían ser mencionados más de una vez. Las reglas se multiplicaron hasta el punto de derivar en un simple juego y hacer de la creación un rompecabezas formal. A pesar de esto, hubo excepciones para escribir gran poesía, especialmente la de Sogi, el maestro de la estrofa encadenada, y la de los poetas Sokan y Moritake.
Todavía hay nieve
las laderas de las montañas están brumosas
es el atardecer
(Sogi)
El agua corre lejana
junto a la aldea olorosa de ciruelos
(Shokaku)
En la brisa del río,
un grupo de sauces;
nace la primavera
(Socho)
El ruido de un bote de pértiga
claro en la clara luz de la mañana
(Sogi)
El haiku, breve poema compuesto por tres versos de 5, 7, 5 sílabas, se desprenden de la primera estrofa del renga llamada hokku y que dio pie a una serie de composiciones tradicionales. Muchos maestros de este arte, cuando viajaban solos, componían sus poemas y los compilaban separadamente del renga. Es así que a falta de compañía, los maestros escribían una serie de hokkus independientes de las estrofas encadenadas.
Luna de estío
si le pones un mango:
un abanico
(Sokan)
La disposición silábica en estas composiciones era la preferida en el antiguo Japón, en parte porque la repetición de 7 expresaba la regularidad de la naturaleza y la alternancia de 5 y 7 su irregularidad. Muchos estudiosos denominan al haiku poesía de las estaciones debido a que su referente se encuentra ligado a la naturaleza. En cada poema siempre es necesario resaltar un elemento que identifique cada época del año (al que los poetas denominaban kigo). Cada vez que se escribía un poema en verano había que hacer mención al canto del cuclillo, de las alondras, la peonía, las chicharras, ranas y luciérnagas. Con la primavera iban asociadas la floración del ciruelo, los cerezos, los sauces, las golondrinas, el ruiseñor, la mariposa, la bruma. Cuando era otoño, los crisantemos, las garzas, el plenilunio de agosto, y en invierno: la nieve, la escarcha, el viento glacial, los campos desolados.
De esta manera el haiku se organiza y nombra el mundo no describiéndolo, sino articulando ciertos mecanismos que le imprimen al texto un halo de sugerencia y de belleza.
Una de las características más resaltantes de estos poemas es su capacidad de despertar una emoción estética por vía de la sugerencia donde el lector completa con su mirada el sentido no dicho. Son tres experiencias que se manifiestan en cada texto: la del poeta, la de la naturaleza y la del lector. Tres experiencias que enriquecen en alto grado la participación y la visión de lo referido.
Estos breves enunciados aparecen como puntos de partida que se abren para que el lector penetre y elabore el mundo a través de su propia existencialidad. Como dice Octavio Paz: «La imperfección es la cima» y completa: «Esa imperfección que se ha visto, no es realmente imperfecta: es voluntario inacabamiento. Su verdadero nombre es conciencia de fragilidad y precariedad de existencia; conciencia de aquel que se sabe suspendido entre un abismo y otro».
Es por eso que muchos poemas que parecen curiosamente pasivos, van destinados a nosotros para que especifiquemos la verdad apenas dicha.
Muchos poetas japoneses lograron imprimir palabras con eficacia a semejanza de los pintores y, como ellos, mediante simples trazos sugerir todo un mundo.
Noviembre...
las cigüeñas pensativas
paradas en fila
(Kakei)
El haiku nombra el mundo real objetivo, rehuyendo toda mención culta que asocie el poema a la subjetividad del romanticismo o a un preciosismo exagerado. A diferencia del tanka, caracterizado por ser una composición más lírica y exclusiva, el haiku se adentra más en lo cotidiano, en lo simple, en la misma realidad de las cosas: la luna, las flores del cerezo, el cielo de otoño, la noche, las garzas, los pinos.
Una flor caída
a su rama la veo regresar;
¡mas no, era una mariposa!
(Moritake)
Suzuki recuerda que el haiku es una especie de satori o iluminación lograda por un choque de contrarios propios de la filosofía Zen, pero agrega: «Un haiku puede ser grave o alegre, religioso, satírico, amoroso, piadoso, irónico o melancólico, pero siempre deberá implicar el más alto sentimiento poético».
Nubes blancas
en las praderas;
¡oh! las flores de lis
(Shiko)
En este tipo de composición, el solo nombrar las cosas, enunciarlas con sencillez, hace que se despierte en nosotros el más puro sentimiento poético, con una profundidad que develará el ojo del lector.
Este camino
nadie ya lo recorre;
salvo el crepúsculo
(Bashõ)
Hablar de los mecanismos de sentido del haiku es difícil, a pesar de lo breve de sus estrofas. Generalmente se alude a una descripción en sus dos primeros versos, para luego romper la continuidad de lo expuesto en el tercer verso, denominado por muchos estudiosos como el factor sorpresa, ya que desarticula el esquema lógico consecutivo, impregnándole sugerencia y amplitud.
Pero esta característica no es norma que uno pueda generalizar, ya que se correría el riesgo de encuadrar estas composiciones en moldes esquemáticos, restándoles frescura y espontaneidad.
Sobre una rama seca
un cuervo se ha posado:
Atardecer de otoño
(Bashõ)
Lo cierto es que el haiku alude a las cargas simbólicas propias de la cultura oriental referidas a la naturaleza. Así, la luna, por ejemplo, posee una carga de sentido independiente del contexto del poema y se expresa por sí sola. Culturalmente la luna se relaciona con la femineidad, sensualidad,
misterio, luminosidad, delicadeza, fugacidad. Por otro lado, el pino dentro de la cultura oriental designa masculinidad, permanencia, estatismo, longevidad, grandeza, y la noche se manifiesta como símbolo de oscuridad, misterio, irracionalidad, reposo, muerte, invisibilidad. El poeta, entonces, logra articular estos símbolos y describirlos de tal forma que llega a producir el goce estético, gracias a su capacidad intuitiva y generadora de los recursos que él logra manejar en cada poema.
Contra la noche
la luna azules pinos
pinta de luna
(Ransetsu)
Por eso el haiku es intuitivo, conciso y siempre está atento a los símbolos naturales que nos ofrece su carga de sentido. El poeta, en el momento de la creación, no llega a advertir racionalmente los mecanismos de significación, ya que lo poético reacciona muchas veces involuntariamente: la niebla, las flores del cerezo, el mar, la lluvia, los ríos, las nubes, nos seducen porque nuestros sentimientos y nuestras más profundas vivencias se hallan simbolizados allí.
El mundo del rocío
es un mundo de rocío, sin embargo,
sin embargo
(Issa)
Muchos géneros existen dentro de esta producción poética. Poemas patéticos, satíricos, humorísticos, íntimos, descriptivos, filosóficos, prosaicos, etc., pero todos manteniendo una viva expresión.
¡Ni flores ni luna!
él está
bebiendo solo
(Bashõ)
La variedad temática del haiku le permite tener un desarrollo inagotable. Estéticamente estos poemas responden al sentimiento de la filosofía Zen. Sus temas sugieren la fugacidad del tiempo, la fragilidad de la vida, su contingencia y sutileza de sus manifestaciones más inmediatas.
Admirable aquel
que ante un relámpago
no dice: ¡la vida huye!
(Bashõ)
Existen cuatro principios primordiales que rigen la estética de la poesía oriental: el sabi, el wabi, el mono-no-aware y el yugen.
El sabi está impregnado por el espíritu de sencillez y austeridad. El aislamiento actúa como forma de internamiento y depuración, para poder observar con más profundidad las cosas que nos rodean.
Aroma de aguas.
Inútil ya cortar
un crisantemo
(Bashõ)
El wabi representa el espíritu de soledad; aquella percepción conmovedora del lugar común. Este principio participa como un homenaje a lo humilde.
Noche de primavera:
un transeúnte
sopla su flauta
(Shiki)
El mono-no-aware es la esencia de tristeza que nos deja el sentido de fugacidad de las cosas; ese sentir que hemos perdido algo que tuvimos. El haiku es tal vez la poesía donde el mono-no-aware se siente con mayor fuerza, porque para aquellos que aprecian el haiku, lo sentimental va acorde con lo intenso.
Ved, ved la luciérnagas
quisiera decir,
pero estoy solo
(Taigi)
Y el yugen refleja el sentido de la quietud mística de las cosas. Sentido metafísico que se puede conseguir con la meditación.
El yugen nos sugiere el sentimiento de una honda comunión con la naturaleza, un descenso hacia las profundidades.
Pájaro y mariposa
desconocen esta flor:
Cielo de otoño
(Bashõ)
Son estos principios los que nos ayudan a percibir la esencia de la sensibilidad oriental: el punto de partida. Pero la sensibilidad no se comprende, nace en cada uno de nosotros como seres mortales afectados y admirados por la existencia. Y como parte del universo tendemos a nombrar las cosas para poseerlas y trascenderlas.
El haiku, gracias a sus grandes representantes como Bashõ, Buson, Issa, Shiki, Taigi, Moritake y otros grandes poetas del antiguo Japón, nos han legado el principio de la síntesis. Ellos han abierto ese camino atemporal de nombrar la realidad y expresarla en breves palabras. Pero el sentido del haiku es hondo e inacabable y no posee fronteras. Siempre cada texto nos remitirá a múltiples significaciones según la mirada y la experiencia de cada lector. Frescura y profundidad siempre están presentes en cada poema. Muchos poetas de occidente, deslumbrados por esta manifestación, han seguido y siguen escribiendo haikus.
Como ejemplo más cercano recordemos los haikus del viejo Borges publicados en su libro de poemas La Cifra.
En el espacio
esa forma sin tiempo:
La luna nueva
Y otro poema del mismo autor:
En el desierto
acontece la aurora:
Alguien lo sabe
Así también Octavio Paz publicó en Sólo a dos voces una serie de haikus bajo el título de "Un día en Udaipur"
Mujeres, niños
por los caminos: frutas
desparramadas
recreándonos con otro poema:
La ropa limpia
tendida entre las piedras
mírala y calla.
Otro representante conocido por nosotros, es el poeta peruano Javier Sologuren, quien además de traducir a los maestros japoneses, publicó en su poemario Corola Parva una colección de poemas. De allí dos ejemplos exquisitos:
La tinta en el papel.
El pensamiento
deja su noche
¡Oh agua quieta,
que silencioso el mundo
en ti despierta!
Escrito por: Alfonso Cisneros Cox